Los caminos del destino

Las conversaciones entre amigos, contentos por el reencuentro, suelen ser de recuerdos de la infancia, en medio de un escenario de aguas frescas de manantiales, en un bosque de sauces.

Brillan los ojos con imágenes de barrio, de juegos extinguidos, de campeonatos de fulbito en los que brindábamos la vida.

Ahora sentados sobre las canas de la misma banca, del mismo parque, del mismo pueblo, sentimos el alivio del viento lento del mediodía.

 Reverdecidos hablamos sin parar de libros leídos con inocencia y ternura. Recordamos al Readers Digest, a Mecánica Popular, a Los Miserables de Víctor Hugo, entre otros que estaban a nuestro alcance.

 Alguien menciona los libros que compró a los doce años, en la feria dominical en el suelo de la calle principal del pueblo. Aún quedan en la memoria las primeras lecciones teóricas de un manual de sexología, de El origen de las profesiones de Spencer y de los poemas de José Santos Chocano, el “cantor de América”, autóctono y salvaje.

Nos agrada recordar las conversaciones en el parque sobre los libros y de los miles de sabores de las comidas que nos abrazaron los días. De las victorias pasajeras de los partidos de futbol en cualquier sitio. De las playas azules de nuestra costa, de los ríos habladores y mudos de la provincia, de las acequias con berros y yuyos, de vuelos de mosquitos y mariposas atentas.

Sabemos que hemos crecido con más alegrías que tristezas, con ganas de estar sobre los árboles de nísperos y pacaes, de uvas y manzanas, de implícitos deseos infinitos de vivir en paz y con justicia.

Tenemos tiempo para continuar el camino hacia adelante y evitar el andar de cangrejos inesperados que nos recuerdan las esencias grises de las viejas creencias y frecuentes gobiernos mentirosos.

Debemos voltear la mirada hacia atrás solo para ver con cariño el camino recorrido, las aguas frescas y limpias en nuestras manos, las piedras negras remontadas, el aprendizaje que nos ha dado la vida.

 Todo nos hace vivir el presente con futuro. No retrocedamos frente a las tempestades, apurados por escondernos en el refugio de las ilusiones imposibles del pasado, seguir con los cuentos de todo tiempo pasado fue mejor y buscar justificaciones cada vez que la conciencia nos reclama algo más allá de palabras llevadas por el viento.

 Veamos el camino recorrido, el sudor, las lágrimas, las alegrías, el juego de trompos de guarango con punta de acero, las muñecas y los yaces de las chicas, el pan honesto de cada día que nos ha enseñado la felicidad de comer con dignidad.

Pero no dejemos que nos alimenten los que quieren quitarnos el futuro con un regalo del pasado en un presente viciado, lleno de falsas bendiciones.

 Debemos recordar el sudor y el cansancio, sin olvidar la mirada hacia atrás de una utopía convertida en mariposa de grandes alas. Tenemos que estar mejor cada día, porque sabemos aprender de los errores y a no soplar la pluma al guardián de los caminos.

 De vez en cuando en un lugar de disipaciones, con pretexto de airear la vida, saquemos a airear las ilusiones, como nuevas banderas oteando el horizonte. Cuando los tiempos, los caminos, la gota que rebalsa, los inviernos, los granitos de arena, nos reclaman suavidad de terciopelo.

 Tenemos un futuro propio con la llegada de nuevas primaveras, porque los pueblos sabemos romper las cadenas del pasado y del presente, con solo construir juntos un camino que es y será el futuro deseado.

 Con el brillo del sol, de la luna, sigamos al destino que nos ofrece el camino de hoy dejando en el pasado la vieja estación que alguna vez pisamos juntos.

 Recordemos que todo camino tiene un destino sin retorno y que debemos regar, como a los sauces, con el agua de manantiales de los Apus. Es nuestro camino en el presente, hacia un destino cuya puerta dejaremos abierta para otros.

 

Martín Mendo

Pachacámac, abril 2024

 

Imágenes Google:

“Los caminos de la vida”

René Gonzales


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