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Mostrando entradas de diciembre, 2015
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El lápiz perdido Un niño acompañado de su madre, sin quererlo, dejó caer de su bolsillo un lápiz nuevo cuando  iba a su escuela, a una hora de camino, como todas las mañanas. Ya debe haberse dado cuenta del placer que ha perdido al no poder estrenar su lápiz. Anoche nomás, ansioso le había sacado punta con su tarjador hasta dejar la punta reluciente como una espada. Quién sabe si a estas horas la frustración haya sido mitigada por la promesa de la mamá de comprar otro lápiz hoy mismo o por el préstamo de un lápiz usado de algún compañero que acostumbra a tener varios en su mochila.  Entre tanto, su padre ignora lo sucedido, concentrado en el cuidado de los cultivos de hortalizas y de la limpieza de la casa hacienda antes que lleguen sus moradores a pasar el fin de semana.  Esa misma mañana encontré el lápiz cuando parecía dormir entre las pequeñas piedras humedecidas por la garúa de un amanecer de invierno. En el camino rural, poco transitado, algunas veloces cuat
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Luces y sombras ¿Qué es la vida? Un frenesí.  ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Pedro Calderón de la Barca La sombra no existe; lo que llamas sombra es la luz que no ves. Henri Barbusse Cordura La plata crece, la vida se achica. La desigualdad es pan en la mesa. La lluvia cae en techos y cabezas desnudas. La alquimia convierte la locura en cordura. Las tiendas abren 24 horas durante las fiestas. Hay más clientes que personas. El orden ajeno, que he visto a la luz, camina rápido entre colores rutilantes. El dinero ha invertido en su propia liturgia mientras la vida se achica. Chaise longue El bosque de molles costeños ya no existe. La sombra acogedora en un mediodía de sol dibujado por la historia se fue con el bosque llevada de la mano por el viento. Hoy las sombras bajo el techo de polipropileno es habitado por una larga parrilla de asados ausentes, junto a
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Pintura de Marianita Chávarry Martinez Encuentro en el bosque Todo hizo creer que Angelito Cueto llegó al pueblo una noche inmensa en medio de un circo de temporada de fiestas patrias. Nadie sabe por qué decidió quedarse y dejar que el circo siguiera su ruta trashumante en busca de otros pueblos.  En algún momento vecinos lenguaraces soltaron sin fundamento que el recién quedado era un migrante de Congo belga. En medio de las tinieblas de su procedencia Angelito fue haciéndose sitio como si fuera una pincelada amable en el cuadro de vida local.  Trabajó en humildes oficios convocado por sus músculos y obediencia serena. Algunas generaciones de niños lo vieron jalando una carretilla de reparto de baterías  de automotores, recargadas en el negocio de la familia Subauste, usadas para hacer funcionar a los potentes radios de tubos  e inmortales refrigeradoras de aquella época de dependencias ingenuas del país frente al olor de lo extranjero. Caminaba vestido de un regalado y vie