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Mostrando entradas de mayo, 2014
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Retorno de Santiago Después de tomar desayuno apuradamente, mamá y papá antes de salir de casa se despidieron de su único hijo Ayar Manco, cuyo nombre en quechua significa cuidador de quinua. Ese nombre fue puesto por dos motivos principales, el primero, por tratarse del rey fundador del Tawantinsuyo y, segundo, en agradecimiento a la NASA por haber incluido la quinua, de marca Perú, en la dieta de los astronautas. Mamá dejó a Ayar Manco el cuidado de la casa obligada por las circunstancias. El mes anterior, una desconsiderada criada exigió reivindicaciones económicas y humanas antes de marcharse y después de esperar inútilmente una respuesta favorable a sus pedidos.  Agobiada por las tareas de la casa y por el estrés  de papá, provocado por los resultados en la gestión del proyecto estratégico de su fábrica de menajes de cocina, fue la que decidió ir por los caminos de Santiago, postergando los siguientes encuentros consigo misma, en la India y en las Lagunas de S
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Las playas de mi país Amo las playas de mi país Sobre todo en invierno cuando se quedan  Solas Cubiertas de frío oscuro y de bruma blanca Las amo porque las siento vivas Como si me sacudiera el polvo Después de una caída en el verano Y acariciara mis arenas sin dejar rastro de Heridas Los carreteros vuelven a las playas Al amanecer en manadas cárdenas Con la alegría de la tierra rescatada Los mariscos abrigan las peñas Que tiemblan húmedas en las orillas Las gaviotas picotean la arena o vuelan En una sinfonía de cantos espaciados El rumor de las olas al romperse en las rocas Hace alma de la brisa marinera Y los pescadores de las playas que yo amo Esperan con paciencia que los peces tiren Los anzuelos que flotan casi dormidos Martín Mendo Paz de los sueños
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Claridad ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Calderón de la Barca La noche Es apenas una débil crisálida Lista a transformarse en luz pasadas pocas horas Mientras tanto En el silencio de la oscuridad Los discursos y promesas De los  representantes de siempre Esperan el momento de teñir de noche al nuevo día A pesar de todo El amanecer nuestro asoma con inocencia Vestido del añil en la acuarela de la madrugada. Trae consigo la resurrección diaria Aquella que cabalga lentamente Sobre el lomo terso del unicornio Tras el viento de aromas matinales. Dormida en mis brazos Te ocultas en esta noche de insomnio Sin poder escuchar la idea que tengo Sobre el atardecer como un amanecer prematuro Cuando despiertes confiada Y te estires libertaria amor mío Dejarás el sueño en medio de los ojos Y
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Castillos en el aire En el espejo de mi reciente historia, animada por las modernas fiestas de resurrección de estas semanas santas y con pies descalzos sobre las arenas de las playas de Asia, al sur de Lima, pienso en mi vida con sentido autocrítico poco acostumbrado. Reina es mi nombre y no un amoroso apelativo; menos, un título nobiliario. Pero a decir de algunos de mis actuales vecinos con cara de súbditos, a veces actúo como si tuviera bien ganado un linaje de alcurnia. Soy una persona acostumbrada  a vencer, aun cuando al inicio trato de convencer con mis sinrazones. Los fines son más importantes que los medios. La vida de guerra santa me ha esculpido la cara como un poliedro, porque estoy convencida de la necesidad de estar siempre alerta y dispuesta a lidiar con sonrisas o uñas en defensa de lo que es mío, incluyendo lo que supongo mío. Con más de 50 años de experiencia, en vez de reposo he escogido el camino de la cruzada perpetua, luego de haber sido prep