Al caer la tarde cansada
Abre bien las ásperas ventanas
Observa la paciente caída
de algunas hojas de los eucaliptos,
el sosiego del vuelo de
las mariposas
que hoy nos visitan,
las pisadas firmes de
los jornaleros
del retorno de la ida
de todos los días
Mira el éxtasis del silencio del tiempo
en el rostro de la gente
después de
un día de marchas y
contramarchas,
en el sendero con pequeñas piedras
al borde de la acequia cautiva,
en la vecina noche de luna
lunera
con la altivez de su cuarto
creciente,
en los pies prestados y ágiles
de los destinos inciertos de los arcos iris.
Pasea en calma, entre la calma de árboles.
Te esperan los sauces
llorones
de tu imaginación
galopante,
oye el canto airoso de
las cuculíes y
comparte con ellas ansiosa
libertad,
abraza las edades y
las historias
que rozan apenas nuestras
pieles
También, mañana, abre las ventanas,
acéitalas, compañera
vida,
cariño encaracolado.
Insiste,
mira con ganas y confianzas
necesarias
la fuerza inagotable
del deseo,
abre bien las puertas
y déjalas abiertas,
sal a caminar sin los
apremios de turnos,
Respira libre por siempre
con la mirada hacia el
azul del mar,
el horizonte pleno,
la sangre derramada
por el sol
ocultándose al atardecer,
Siente lo tuyo, multitudinario y nuestro,
en espera quieta y
muda,
secreta y cristalina,
garuada y fresca
de los amaneceres de
todos los días.
Martín Mendo
Pachacámac, marzo 2023
Imágenes Google:
Acuarela Amanecer. D-Ana Fernández Flickr.html
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