Tierra de locuras



Desde los tiempos de Adán y Eva los humanos no podemos ponernos de acuerdo en cómo se iniciaron las peleas y rupturas. Unos dicen que esto sucedió desde el momento que Dios le quitó a Adán una costilla para formar a Eva y,   otros, que el punto de quiebre fue cuando Eva le dio la manzana a Adán engañada por la serpiente bíblica.

Unos dicen que Dios fue el responsable de promover la superioridad del hombre, hecho de barro, sobre la mujer nacida de solo una costilla de Adán. Otros alegan que la manzana no es la fruta prohibida que causó la primera desobediencia.

Con el paso de los años las peleas y rupturas se han multiplicado de modo infinito en el infierno de Dante, que la lógica matemática no sirve para inventariar los rompimientos porque la oscuridad de los números es parte del otro lado de la luna. La religión convertida en religiones y sectas religiosas es la muestra perfecta de las peleas fuera del paraíso terrenal

Hoy, en medio de la pandemia, los países se pelean y rompen relaciones por decisión de gobiernos que son dueños del planeta Tierra y, dentro de poco, del planeta Marte; los científicos se jalan los pelos al lado de las bombas atómicas que crearon a imagen y semejanza de sus frágiles conciencias contaminadas por las teorías de la conspiración; los médicos cautivos intentan cumplir méritos con los estándares de calidad del actual sistema despanzurrado y mostrar los dientes a chamanes primitivos y civilizados de todos los lugares; las grandes corporaciones económicas que dominan al mundo amistan y pelean por sus intereses; las empresas farmacéuticas y las funerarias se frotan las manos con perfumes para disimular el olor de la codicia.

Todos peleamos como perros con rabia. Los fanáticos del fútbol alquilan los servicios de brujos para hacer a ganar al equipo de sus preferencias, poniendo en aprietos a la divinidad que dicen están detrás de ellos apoyando los sortilegios. Los políticos, en el último lugar de la escala zoológica, no se cansan de gritar que se sacrifican por representarnos en su perfecta gestión por la paz, el bienestar y la justicia, de sus organizaciones partidas en astillas.

Parece que desde la primera desobediencia, dicen que estimulada por Dios con sus prohibiciones, cada día estamos más locos. A las peleas innecesarias se le suma la enfermedad de la victimización cuyo punta de la madeja es echar la culpa a otros de nuestras propias calamidades.

Así infectamos la bondad de los siempre presentes amaneceres humanos de este lado de la luna.

Martín Mendo

Pachacámac, 30 Agosto 2020

Imágenes Google: camiloandrade.com

 

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