Tanto por ciento

Llegó al ciber café en hora punta del anochecer. El encuentro fue pactado el día anterior luego que un amigo la etiquetó en el Facebook. Después de doce largos años sin saber nada o muy poco,  ella apareció con las primeras luces de la noche, vestida de verano y con olor de baño cítrico reciente que se expandió con sutileza en los abrazos y besos nerviosos.

-        Estás igualita…
-        Tú también mi niño…parece que los años no pasan por ti.
-        Son tus ojos generosos... Me enteré por tu hermana, hace más o menos tres años, de tu viaje a Europa.

Ingresaron a  la cafetería. Se pusieron en la fila para hacer sus pedidos y siguieron conversando:

-        He estado un año en Grecia y casi diez años en España. He regresado, mi niño, porque  las cosas solo mejoran un pelín en España después de cuatro años de crisis de modelo y, como sabes, los recuerdos de la tierra de la que me fuí, como muchos por el desgobierno de Alan, llamaron a mi corazoncito.
-        Me contaron que te casaste dos veces por allá…
-        Si mi niño…

Ella, afectiva, entornó sus ojos pardos y le tomó la mano con dulzura. Él se inundó de timidez, pero la dejó hacer mientras hacía que escuchaba.

-        Así sucedieron las cosas,…En la búsqueda de construir mi identidad una no sabe lo que va a suceder. Parece mentira. Cuando nosotros estuvimos los tres años, dos meses y seis días…Jajaja…creí  que juntos nos haríamos viejitos. Si así hubiera sido quizá hoy el café lo hubiéramos tomado en casa…
-        Si pues, así es la vida.
-        Y tú, que siempre me amenazabas con que yo era solo una aurícula en tu joven corazón de cuatro cavidades…
-        Jajaja…Recién he acabado con las aurículas, pero aún me faltan los ventrículos…
-        Tú, sinvergüenza como siempre…Jajaja.
-        ¿Y tú, cómo estás?
-        Bueno,…tú sabes que yo tengo otra filosofía de la vida. Soy romántica, pero realista. En mi primera búsqueda del hombre perfecto te encontré a ti y vivimos como si fuéramos uno, pero la vida nos puso piedras en el camino. Hasta que me fui a España y creí que el vacío lo llenaría con un gallego que conocí al llegar.
-        ¿Cómo te fue?...
-        Al comienzo todo bien pero, como suele pasar, en la vida los gozos son pasajeros y las tristezas son acumulativas y a los seis meses me separé del giripollas que apenas me dejó su 8% de perfección.
-        Jajaja…
-        Igual, seguí buscando hasta que conseguí un madrileño en un café en la Puerta del Sol, con el que he estado hasta hace poco y no me puedo quejar.
-        ¿Cuánto de perfección te dejó?
-        Ostias, este alcanzó un 30%. Total, tendré que seguir buscando hasta completar el 100%...Jajaja.

A estas alturas de la conversación recordó el boceto del Hombre de Vitruvio hecho por Leonardo da Vinci. Sintió que, por interés de justificar su vida, ella estaba armando una terrible mezcla del Hombre de Vitruvio y del Monstruo de Frankenstein de la novela de Mary Shelley, en función de porcentajes que lo incluían.

Sintió derretir su lengua por incomodidad y perdió el hilo de la conversación de dos horas adicionales pensando en el porcentaje de perfección que había aportado a la imagen de hombre que ella todavía sigue construyendo.

-        (¿Será más de 50%... o menos…?)

El diálogo se convirtió en monólogo por aburrimiento mutuo. Dieron culminado el encuentro y, llenos de mieles limeñas en sus abrazos y sonrisas, se comprometieron a verse a fin de mes para ir a bailar en algún guarique de penumbras, como en los viejos tiempos.

Camino a casa, en una esquina se encontró con una multitud de jóvenes en vigilia, con velas prendidas, que hacían coros contra la corrupción de los políticos que postulan a ser presidentes y que acaban de participar en un panel sobre políticas anticorrupción, confiados en la mala memoria o la tremenda enajenación que atropella las neuronas con más fuerza que el climático Fenómeno del Niño

En otro momento hubiera prestado mayor atención al gentío, pero el agobio lo hacía sentir como una plancha fría sobre una camisa arrugada. Siguió su camino tratando de hacer cuentas del tanto por ciento, ahora que tenía una nueva novia de la que se había enamorado sin cálculos porcentuales y que, estaba casi seguro,… (Ojalá)…jamás le diría “mi niño”.


Martín Mendo
Pachacámac, Enero 2016

Imágenes Google: El hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci


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