La casa
La
casa cerca del acantilado existe fuera de los límites de la guerra. En el
traspatio tiene una hilera de maíz con barbas en remojo. Es aquella de garúas deslizándose
como gatos por los techos. Está pintada de ilusiones que unen el corazón de la
distancia y alejan los fantasmas.
Es
la casa de las compañías sinceras
Con
las pieles suaves y húmedas de las bienvenidas
De
las opiniones libres y versos demoníacos
De
los incendios ocasionales y risas permanentes.
Es
la casa de jardín cultivado por Noé en metro y medio de mundo
De
leche tibia en el hogar encendido todas las mañanas
De
pan en la mesa remojado por el sudor de la frente.
Allí
no viven soledades acompañadas
Ni
víctimas de por quítame estas pajas
Ni
sombras de serpientes nacidas de sucios negocios
Ni
fundamentalismos de trapaceros políticos y religiosos.
Solo
hay tiempo para ganarse la vida con cariño cierto. Lejos de las conveniencias y
de las batallas por saciar las necesidades primarias. Es la casa donde se habla
con gusto del color de la gente. Sin pena simulada por las carencias y
ausencias imaginarias.
Es
la casa de Juan, María y José
De Jesús, Carlos y
Segismundo
De Quispe, López y
Condori.
Ojala
sea la casa de todos
Porque
es el deseo compartido de una ambición desmedida del ayni
Como
suelen ser las viejas utopías nacidas antes que la tierra sea redonda
Martin
Mendo
Pachacámac,
Noviembre 2015
Imágenes
Google: rinconesdelatlantico.es
Buen relato...El sentir de la casa, me remite a la casa de los abuelos, aquella casa grande a donde se llegaba por un largo camino empedrado...
ResponderEliminarEfectivamente, pero sacando la lengua al presente, pensando en el futuro. Gracias
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