Ambivalencia

Frank pensó salir de paseo con su otro yo:
“A soltar los huesos y respirar la mañana”.
En el segundo instante de su pensamiento se preguntó si el deseo de salir a pasear fue de él  o de su otro yo.  
“No importa
–Dijo desde su lado más pasivo y conciliador-,
 Igual iremos a dar una vuelta por mutuo acuerdo”.
Es sábado muy temprano y se alistó con cierto apuro para salir de casa. Llegado el momento, cerca de la puerta de salida se miró en el espejo para hacer su último control de calidad y exhibió una sonrisa de felicidad plena, aun cuando en su diálogo interior se mantenía el humor de los debates acalorados entre  sus dos yo.
El yo más independiente y desapegado  argumentaba con soberbia haber logrado un sitio importante en el mundo.
“Yo camino con buena imagen y por eso no me cuido del que dirán”
 Lo que no dijo –criticó su otro yo- es que su imagen había sido copiada de los escaparates más finos de los escenarios sociales en los cuales el glamour reemplaza al aire y la simulación de la lucha por la vida es el retrato vivo de una telenovela de moda.
En cambio, el otro yo, el aguafiestas de siempre, le recordaba la necesidad permanente de hacerse preguntas importantes mientras se camina por la vida.
“Pero sin tomarse las cosas muy a pecho”. 
Y le decía al oído que no se trataba de cualquier pregunta vana, como aquella de
“¿qué cara poner en el  momento que se encuentre con personas conocidas?”
La pregunta surgió porque anoche hubo muchos muertos en Francia por las locuras de las verdades de la otra orilla y, luego, otros muchos otros por el ojo por ojo y diente por diente de las verdades oficiales que por este lado consumimos.
Desde la noche anterior, “en tiempo real” había utilizado su teléfono móvil para poner el filtro de la bandera de Francia con un selfie suyo con cara de circunstancias, a manera de ensayo.  
“Una pregunta adecuada para los tiempos –le decía a su otro yo- es qué hacer con la epidemia de frivolidad”.
Hizo referencia a la ligereza y superficialidad que, como peste del medioevo, había aparecido lentamente desde las raíces del disfuerzo y de pepe-el-vivo, esta vez no para dejar muertos regados por las calles sino a vivos que confunden la alegría con el frenesí contagiado por los focos infecciosos de la televisión, sobre todo ahora que todavía se festeja el gol del equipo nacional haciendo el baile del “totó”, que los hinchas celebran a morir, agradeciendo no al autor del gol, sino a su bailarina de reciente adquisición en los escaparates de la rutilante farándula limeña.
En fin, dejando para otro momento la polémica, los dos yo de Frank se concentran en el cruce de la calle y siguen con su paseo sin ponerse de acuerdo, manteniendo la ambivalencia de sus dos rutas diferentes en el mismo camino de la vida, pero pensando, a veces con profundidad, si  la frivolidad social y la sobre exposición, es el principal condimento de los éxitos.

Martín Mendo
Pachacámac, Noviembre 2015

Imágenes Google:
Cibrián Ramírez, www.artelista.com



Comentarios

  1. Interesante diálogo. En momentos creemos estar del lado de los buenos...Producto de esto, llegamos a respaldar las más crueles Masacres...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Efectivamente, además, estar del lado de los "buenos" solo requiere como ingrediente a la frivolidad en el diario vivir.

      Eliminar
  2. Será que de repente el yo "más independiente" y el yo "aguafiestas" como diálogos siempre existirán en nuestras reflexiones antes que el yo real tome la decisión consciente asumiendo sus contradicciones. Creo que el asumir esas contradicciones es ya un avance para estructurar o develar la autenticidad que tiene rostro de locura.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si pues, son buenos los diálogos interiores en la construcción de la identidad del individuo social. En la práctica significa una lucha constante contra el individualismo que ve las forma y no el fondo de las cosas y desdeña lo común. Abrazos Amy

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog