Abrir puertas
Luego de una
inicial conversación dedicada a relajarnos se realiza el verdadero protocolo de
aplicación de una herramienta de 4 pasos:
Primer paso:
El conciliador ayuda a abrir las puertas para
facilitar que salgan los demonios que tú y yo tenemos dentro.
Lo hace con cuidado, uno a la vez, evitando
el encuentro entre ellos. Con los demonios en la sala de conciliaciones se
respiró, durante quince minutos eternos, el aire enrarecido en una tarde húmeda
y salitrosa.
Cada uno, en su turno, caminó por la sala
como si estuviera solo, auscultado cada rincón con ojos de furia hasta el
instante del retorno.
Segundo paso:
Al volver el
estado normal de las apariencias, el conciliador fomenta nuevas condiciones
favorables para que los dos abramos nuestras puertas y salgan, esta vez, los
ángeles que tenemos dentro.
Ellos salen al
mismo tiempo, respiran con profundidad el aire cotidiano animado por inciensos
y se miran con placer directamente a los ojos.
La escena
continúa con abrazos y besos materializando la utopía del amor químicamente
puro.
Conversan sin
decir palabras, solo con aquella típica mirada de alma perdida en las
circunstancias. Pasados los quince minutos de gozo total los ángeles se despiden
prometiendo verse con mayor frecuencia, pero sin fijar fecha, como es la
costumbre en la tierra.
Tercer paso:
Aún con los
olores del incienso disipándose lentamente, el conciliador considera
oportuno auspiciar que abramos las
puertas de tu ángel y mi demonio para establecer una cumbre de primeras negociaciones.
Mi demonio habla,
ironiza, echa la culpa de su condición de víctima y dramatiza más que en los
programas televisivos de la actualidad perpetua.
Tu ángel calla.
Mi demonio sigue
en lo suyo, se auto exorciza lleno de furia.
Hasta que llega
la calma con su brisa fresca, con olores de yuyos y mariscos de mares cercanos.
A continuación se
produjo el encuentro de mi ángel con tu demonio con resultados similares, pues
la brisa llegó fresca a posarse en las arenas calientes del desierto
compartido.
Cuarto paso:
Después de
terminado el paso anterior el conciliador, dueño de la estrategia, nos ayuda a abrir las puertas para que salgan
los demonios tuyo y mío, al mismo tiempo.
Los demonios
salen como fieras enjauladas a monologar, cada uno por su lado, apenas separados
por la distancia matemática que existe entre las salas de los infiernos.
El conciliador no
sabe cómo manejar la situación y se siente confrontado en sus saberes
profesionales.
No puede evitar
abrir su puerta y sale su demonio a completar la tragedia de la vida, con la
esperanza de ver a los ángeles reunidos algún día, en reemplazo de los demonios
que se niegan a ser domesticados por un proceso con imaginarios resultados.
Lección
aprendida:
El conciliador debe
dejar de pensar que su herramienta técnica es la panacea universal y tiene que
conciliarse primero con él mismo, de lo contrario promoverá una reunión de los mil
demonios.
Martín Mendo
Enero 2015
Imagen Google: es.paperblog.com
Excelente. Empezaré a abrir la puerta para conocer mejor a mis demonios y ángeles. Creo que encontraré muchas sorpresas. Intentaré además que la puerta de mis demonios y ángeles se abran al mismo tiempo. Luego las daré a conocer.
Saludos.
Rafael Castro