Corchos de plástico para
vinos de uva
En
las dos últimas décadas la cofradía de corchos de plástico ha buscado con afán el atajo perfecto para llevar al vino, en botellas blancas con etiquetas de marcas bucólicas,
hasta el ansiado primer mundo, sin pasar por el segundo.
Los
corchos de plástico tienen egos gigantes porque creen que provienen de las cortezas
de árboles de alcornoque. Desean ser parte del pico de la botella mundial para estar
en la punta de cualquier iceberg o en las
cúspides de las pirámides de Guiza y de Túcume. Quieren más poder conteniendo quietas
a las muchedumbres de vinos en las botellas del sistema. Quieren pertenecer al G20,
al Club de París y rendir cuentas en azul a los ministerios mundiales.
El
tiempo aprieta y el deseo de una bodega formal es imaginado por los corchos de
plástico como una cava de botellas de vinos obedientes en espera del transporte
que los lleve a la modernidad del mercado global.
Pero
hay una piedra en el zapato de las estadísticas nacionales, referida al régimen
de empleo del vino, que no deja dormir tranquilo a los corchos de plástico. La entidad encargada de los números ha informado
silenciosamente en su web que el 70 por ciento del vino es informal.
Anteriores
leyes han sido aprobadas por corchos de plástico del parlamento, entre vítores de
los corchos de plástico encargados de la gestión de procesos por resultados, pero
que solo han logrado endurecer el plástico de que están hechos.
¿Cómo
aspirar a la acreditación del desarrollo, con estándares de calidad
internacional? ¿Solo vivimos el sueño delirante de un país informal? Se preguntan
los corchos especialistas que tienen postgrados de aguafiestas. ¿No será que se
estará inventando un nuevo modelo de desarrollo vitivinícola? Interrogan los corchos
de plástico, especialistas de las cortes feudales, mientras buscan el as bajo
la maga.
El
ministerio de economía, se apura en producir nuevos proyectos de ley dirigidos
a revertir las cifras. En el paquete de proyectos enviados al congreso se
encuentra el dirigido a modificar los costos del vino, como mecanismo de formalización
de su empleo (…y de reactivación de las vinícolas de grandes corporaciones y del
consumo).
Algunos,
corchos permanentes y eventuales de la política, discrepan y botan fuego por narices
y bocas porque el vino se agitará y puede hacerlos saltar hasta el techo. Sin
embargo, en días posteriores todos los corchos de plástico del congreso discuten minutos la ley dirigida a reducir
drásticamente las estadísticas de la informalidad, antes de irse de compras.
En
las calles la vida continua azarosa hacia una navidad dominada por la felicidad de
los productos formales e informales. Los vinos, informales ambulantes, llenan
las calles aledañas ofreciendo todo tipo de ilusiones pasajeras, a menor costo,
para celebrar un año más de la era del conocimiento.
En
ese clima de paz, los corchos de plástico del congreso, se entusiasman y ensimismados
van al voto solidario y, en un santiamén, aprueban la ley destinada a crear el uso del vino
formal en beneficio de muchos vinos jóvenes desamparados por el sistema.
Un
par de ellos votan en contra con una claridad inusitada porque recién se han
dado cuenta que la ley “precariza” el empleo del vino y dicen que las
corporaciones, como siempre, se aprovecharán del sudor de las uvas
exprimiéndolas por completo.
Los
voceros de los corchos de plástico buscan las palabras exactas para explicar
sus puntos de vista, cuidando pan para mayo, pues intentarán alcanzar un nuevo
cinco años de vida de acuerdo a sus méritos, revueltos todos, en el mundo
disimulado de las ambiciones.
Los
corchos de plástico, que tienen la función de líderes de opinión de los medios
de comunicación, aplauden y, como quien
se guarda una estampita, lanzan algunas críticas acompañando a un corcho de plástico que pide
la ampliación de la ley en beneficio de los vinos de todas las cosechas,
agregando que el estado debe hacerse cargo del seguro contra la falta de su empleo,
librando de estos males a la benditas inversiones de las corporaciones.
Las
redes sociales hacen del tuider misiles caseros y producen algunas
explosiones en las botellas de vino cautivo ocasionando agitación y espuma en busca de salida..
Los
discursos abundan, mientras por las calles caminan los vinos, hacen mítines,
concentraciones y lavados de bandera, en los que se
infiltran los vinos ambulantes para vender sus golosinas, pasteles y bebidas
tratando de hacer el agosto a mediados de diciembre.
Los
corchos, a conveniencia propia, hacen visibles sus discrepancias sobre el lomo
de un venado descuartizado en medio de la selva. Las agrupaciones de corchos encuentran
razones para recuperar su imagen antes
de las elecciones y encienden los motores.
La
formalidad no quiere ver en el espejo sus entrañas informales de reinos
antiguos. Los corchos de plástico, sin linaje, pequeños y cupulares solo quiere
valerse a toda costa de la mansa muchedumbre de los vinos de estirpe local.
Por
eso, hasta ahora, las voces áulicas que hablan de las tradiciones y del futuro
promisorio, triunfan manteniendo a los vinos en botellas clausuradas
temporalmente por corchos modernos que no saben de la importancia de la corteza
de alcornoque como una compañera adecuada para los productos de las uvas
cultivadas en las misma tierras y en todas las historias.
Martín
Mendo
22
Diciembre 2014
Imagen
de Google: Taringa.net
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