ZOOMANOS


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Ojos que ven, corazón que siente

Las moscas, de ojos compuestos, ven al mismo tiempo su pasado, presente y futuro, aunque no siempre fue así. Antes, como otros animales domésticos citadinos, solo veían el presente y podían recordar el pasado e imaginar el futuro.

Todo comenzó, luego de la profunda crisis y la secuela de mutaciones sociales producidas en la gran ciudad. La saturación de avisos comerciales, de héroes en la televisión, en la economía y la política; de asaltos y matanzas en las calles, predecía el advenimiento de la catástrofe final.

En busca de cobijo, enjambres de moscas tuvieron que dejar a los mejores basureros de la ciudad en busca de una nueva tierra prometida. Familias extensas volaron  kilómetros sobre la autopista del sur, como las plagas de las leyendas bíblicas.

Hasta que por fin llegaron a los extramuros donde, a duras penas, habitaban otros seres vivientes en medio de una tierra baldía, alejada de los ruidos que se apagaban en la ciudad.

Hicieron una evaluación de su estado actual y comprobaron que a pesar de la secuela de la crisis todavía mantenían su capacidad de ver un panorama completo de 360 grados, detectando la polarización de la luz y espectros luminosos.

Sin embargo, sus ojos compuestos por miles de lentes, llamados ocelos, ya no veían el presente solamente. Con un tercio de ocelos, las moscas veían el pasado, con otros dos tercios, el presente y el futuro, respectivamente.

La historia, con pasado y futuro, se convirtió en un continuo presente y el devenir no necesitaba de oráculos mayas, ni de aves de mal agüero y, menos, de gurúes con negocios de autoayudas en búsqueda de felicidad.

Pero la acomodación biológica no pudo contar con tercios enteros, sin decimales;  así que siempre había un tercio al que se añadía voluntariamente un ocelo suelto, produciendo el desbalance y la aparición de nuevas costumbres cotidianas.

A las moscas que tienen más ocelos viendo el pasado les invadía la nostalgia y la culpa, al extremo de inutilizarlas. Ojos que ven, corazón que siente, efectivamente. Por eso, dejaban de ser moscas o mejor dicho tener conducta de moscas, tan apreciada por los humanos antes de sus sucedáneas mutaciones.

En el caso de las moscas con mayoría de ocelos que veían el presente, por el contrario, en la lucha por la sobrevivencia no ponía ningún reparo en el que dirán y vivían felices y frescas sin arrepentimientos acumulados y sin proyectos de futuro. Vive la vida, antes que la vida te viva, era la filosofía fundamental en todos los enjambres de moscas migrantes.

Las que veían el futuro se perdían en las entelequias de sus ensoñaciones y vagaban por los extramuros haciendo planes y contabilidades de las felicidades terrenales y celestiales que las esperaban.

Pero a pesar de haber pasado algunos años de la mutación que las afectaba, hasta ahora se confundían y su salud emocional provocaba estropicios en su salud física y en la de sus congéneres.

La convivencia entre ellas era difícil porque sus ojos les ofrecían diferentes percepciones y, por ellas, diferentes formas de pensar, de sentir y de hacer que producían innumerables conflictos potenciales.

Lo que más sedujo al pensamiento de las moscas, como solución definitiva, fue establecer los límites territoriales, de modo que cada enjambre de moscas, con sus jerarquías y oficios, pudiera tener su tiempo y espacio, propios, alejando las incomodidades.

Las moscas con el pasado a cuestas pudieron vivir más tranquilas recordando sus historias, de pequeñas dosis de felicidad, como si fueran momentos actuales. Las que veían el futuro lograron rodearse de altas paredes para tener la libertad de ver solo el cielo como el espejo más deseado, en correspondencia con sus creencias de ascensión de las almas. Las del presente, más frívolas, solo les quedaba el instante, la nada del tiempo y del espacio, sin poder  saborear las alegrías y tristezas que les ofrece la vida.


En todos los casos, lo bueno, es que no comprendían lo que les sucedía como portadoras culturales de su propia historia y siguieron felices y distraídas, quizá en espera de la siguiente hecatombe social.

 ZOOMANOS
Martín Mendo

Dic 2013







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