Cotidianas



           I.         
La oreja de Sofía


“Contigo intento ser un cristiano practicante para reafirmarme como un ateo revolucionario”, susurró Matías en  la oreja derecha de Sofía. Era el último cartucho que le quedaba en la dura batalla por conquistar el amor de la mujer que lo cautivó, desde el primer momento que la conoció, caminando de subida por una escalera amarilla. Y disparó como el héroe Bolognesi, en su deseo de sorprenderla con una frase elaborada de antemano para alcanzar el mayor acercamiento erótico. En el instante recordó los largos meses que demoró para obtener una sonrisa complaciente de una de las esposas de Jesús, acostumbrada a esquivar sin éxito lo que le ofrecía el mundo. Sofía al escuchar a Matías tembló, mitad de miedo, mitad de ganas, porque con las dos mitades formaba el sentimiento que la dominaba luego que él, en silencio y desde el comienzo, le abrió su corazón con la mirada. Pero su pensamiento se llenó de culpa, a pesar que hacía tiempo había comprendido que la luz era posible en cualquier parte de los extramuros de Lima. Sofía se separó lentamente y, con el dolor inmenso que habitaba sus ojos, apenas atinó a decirle con dulzura: Yo, Matías, intento a duras penas contigo ser una revolucionaria para reafirmarme como una cristiana practicante. Dicen los amigos que hasta ahora caminan juntos por las escaleras amarillas, unidos en sus intentos y afirmaciones, pero separados por los hilos invisibles de las desdichas felices con las cuales convivimos.

Martín Mendo
Noviembre 2013

Comentarios

Entradas populares de este blog